El Circo en Llamas
BAJO UNA LUZ ITERADA
Actualizado: 24 nov 2020
Una lectura de Fractales (Cuarto Propio, 2015), de América Merino. Por Sergio Muñoz Arriagada

"Fractales nos convoca a una reflexión no menor sobre el fin último de la poesía (si es que eso existe), de la forma (si es que eso existe) y del origen de la humanidad (si es que eso existe). Pero también nos lleva a reflexionar sobre su término".
Un verso de Eduardo Milán dice: La sílaba silba su más allá. Verso que denota uno de los atributos más complejos y decisivos del lenguaje. Pues el lenguaje, la sílaba, la palabra y su comprensión, e incluso su negación, transita múltiples dimensiones que a menudo se repelen. Entre muchas otras, una dimensión absolutamente próxima, cotidiana y práctica, que nos permite, entre otras cosas, alimentarnos. Una dimensión autoritaria, de exégesis marcadas y miradas de mayor fundamentalismo y recelo, que nos acercan o nos alejan de personas, ciclos, etapas y teorías. Una dimensión amorosa, metafórica, hiperbólica, generalmente exagerada, que nos posibilita la reproducción. Una dimensión simbólica, compleja y secreta, que nos permite otras comunicaciones. U otra alimentación, a veces religiosa, a veces mística, a veces profana, de relación con lo sagrado, a ratos con la otredad, o con su sombra o su reflejo. Con el misterio, cualquiera que este sea, luminoso o sombrío.
Creo que este libro, y lo que este libro revela, está referido a este último grupo, pues entra en consonancia con ese más allá que la sílaba silba, según el verso de Milán. Orbita, pitagórico, en la música de las esferas. O al menos, quiere entrar en ese juego de vasos comunicantes con lo otro, con la muerte, con los arquetipos, con las figuras mayores de la memoria y del ser. Con el origen. Tal vez con el final.
Bajo la luz iterada de estos fractales de América Merino, o más bien, por su lectura sugerente, surgen muchísimas preguntas.
¿Qué libro es este libro? ¿Es un libro que nos oculta o nos devela? ¿Nos oculta detrás de la poeticidad de una esquina muy acotada de la ciencia? ¿Nos devela la fascinante fragmentación de lo poético, su reiteración o más bien, su interacción con la naturaleza?
¿A qué estado del ser nos atañe? ¿A un ser contemplativo? ¿A un ser escatológico? ¿A qué atendemos cuando atendemos en un libro de poemas?
El libro se abre con la aparición de algunos componentes claves: la situación de un lugar. La explicitación de un viaje. Una delimitación de un paisaje contradictorio, en el que se ven dos lugares (Creta y Djibouti), como referencias en las que América problematiza las dificultades de nuestra especie. Dos lugares geográficos y temporales diversos. Por un lado, Creta, un lugar que floreció culturalmente y que tuvo su apogeo en el S XVI A.C. y por otro, Djibouti, lugar que obtuvo su independencia de Francia en 1977, el mismo año que Benoit Mandelbrot nominó y presentó a los fractales. Djibouti es un lugar que tiene una tradición poética milenaria y que, en nuestro tiempo, no ha logrado salir del analfabetismo y de la pobreza. Allí no existen superficies de tierra arable, irrigación de agua ni cosechas permanentes, ni clase alguna de bosque. Sólo el 9% del país forma parte de tierras de pastoreo permanente. El clima es desértico con temperaturas medias de 30° C.
Pero este libro tiene además, tres apellidos seductores: primero, es un libro híbrido. En segundo lugar, es un libro pitagórico. Y es también un libro pagano. Estas tres esferas: lo híbrido, pues no sabemos con certeza si se refiere a un pasado remoto, o a un futuro actual o post apocalíptico. Si habla de la grandeza de Creta o la pobreza de Djibouti. Si se refiere al lenguaje como un sistema cerrado o abierto. Lo pitagórico, pues ser fractal nos convoca a una dimensión constructiva del pensamiento y del universo sobre el cual tal vez Pitágoras y su saber místico dijeron más de lo comprensible para la humanidad en su momento. Y lo pagano, pues este es un libro religioso en el más amplio sentido, que se acerca a lo sagrado sin apellidos, sin Dios. Estos tres aspectos giran en un eje profundo. De la mayor complejidad, y de la mayor seriedad.
A veces, las épocas concentran a la poesía en un espacio territorial, conceptual, simbólico o político, acotado casi exclusivamente a sus límites formales, a sus propias necesidades expresivas, a la contemplación de sus maneras y sus formas como principales o únicas materias de su decir.
Por oposición, otras veces, la poesía y el arte, se refugian o más bien se plasman, o -quizás- traman su horizonte interpretativo, desde orillas distintas, ajenas a sí misma. Desde disciplinas como la historia, la reflexión filosófica o psicológica, incluso la religión o la ciencia. O dicho de otra forma, hay veces en que la irradiación primordial de la poesía, su magnetismo, su fuerza secreta, su aliento esencial, proviene de diversos y otros saberes. A ratos históricos, a ratos filosóficos, reflexivos, a ratos desde la intimidad de la habitación del poeta, desde su civilidad o su ausencia de civilidad, desde su guerrilla interior o exterior, desde su anonimia selectiva de otras formas del saber y de la realidad, incluso desde su anarquismo, o de las múltiples lecturas que haga de todas las anteriores.
América Merino ingresa a través de Fractales en la conjunción de lo que ha sido su materia de estudio en los últimos 8 años: la ciencia. Primero en el Bachillerato en Ciencias en la Pontificia Universidad Católica de Valparaíso, y luego en el estudio de la Ingeniería en diseño de productos en la Universidad Técnica Federico Santa María.
Pero ¿es traducible el lenguaje de la ciencia, menudamente exacto y claro, mientras la historia y las circunstancias se lo permiten, a un reducto del pensamiento y el arte como es la poesía, cuyas virtudes muchas veces se corresponden con la inexactitud, la opacidad, la oscuridad y la voluptuosidad de un camino que puede no llevarnos a ningún sitio, cosa que sería tremendamente incómodo e ineficaz en el caso de la justeza de un lenguaje científico?
Generalmente la historia mira hacia atrás. Su método, su ser, tal vez su esencia, es la mirada reflexiva hacia el pasado. La ciencia en cambio, casi unánimemente tiene la vista fija en el futuro, en las posibilidades de futuro. La poesía ha sido intermitentemente pasado y futuro. Péndulo que fluye entre la clasicidad de un pasado fijo, más o menos remoto y la incertidumbre de un futuro en construcción. O como dice Octavio Paz:
Para los antiguos, el prestigio del pasado era el de la edad de oro, el edén nativo que un día abandonamos; para los modernos, el futuro fue el lugar de elección, la tierra prometida.
América Merino ha elegido anidar en un concepto que sin duda es metáfora de algo, y fija en la memoria la maravilla formal del registro de los fractales. El fractal, hasta donde entiendo, siempre estuvo ahí, siendo una de las maneras en que la naturaleza se muestra y aparece, se construye: alas, vegetales, árboles, copos de nieve, relieves geográficos, pétalos, en fin, un sinnúmero de constantes constructivas que sorprenden y alientan.
La geometría fractal fue desarrollada por Benoit Mandelbrot, un científico polaco, nacionalizado francés, que estudió y trabajó en Estados Unidos y pudo explicar al mundo científico lo que son los fractales. El libro de América está dedicado a él.
Pero América no está sola en esto. Dos pequeñas muestras:
Un tremendo intelectual y traductor mexicano, Heriberto Yépez, en su libro El Imperio de la Neomemoria, dice:
En un imperio, lo macro se imprime en lo micro. Las leyes del sistema se filtran hacia todas partes, para extender el reinado del hilo tirante. La Analogía es la condena eterna. Hemos aprendido a amar la pobreza de las formas. Hemos aprendido a repudiar lo que niega la existencia de lo uniforme, lo que sugiere que lo uno podría liberarse de su semejanza a lo otro. Si lo análogo no existiera, existiría, en cambio, lo independiente. Mas esta civilización es analógica. Esta civilización se itera en todos sus subsistemas. Repite su rostro hasta volverlo el rostro de un dios que no puede escapar de su fractal.
En febrero de 2015 Pablo Lacroix publicó en Ajiaco Ediciones su libro “Fractal” con trabajos visuales de Constanza Cox. Uno de sus textos dice:
La Imagen Fractal suele invocar a Benoit Mandelbrot
pero hay que tener cuidado
porque la Imagen Fractal tiende al engaño
Ella dice que Benoit Mandelbrot la originó
Dice, que Benoit Mandelbrot es dueño del concepto
pero Benoit Mandelbrot, el cazador de medallas, no fractalizó nada
Lo fractal lo sobrepasa
ni siquiera es un término al alcance del hombre
Lo fractal es un sistema
una esfera interminable
autosuficiente y autosimilar
duplicado sordo en constante reproducción
La Imagen Fractal no atiende ni escucha nada
Benoit Mandelbrot, el cazador de medallas, es sólo una pieza más
dentro del sistema…
Lo fractal lo sobrepasa, dice Pablo Lacroix. A Mandelbrot. A Pablo Lacroix. A América Merino. A Valentina Osses. A mi mismo. A todos ustedes que escuchan. Y el que no crea, que tire el primer fractal.
Sin embargo, la buena salud de la poesía contemporánea chilena, se demuestra en aquellas poetas post ochenta, entre las que América Merino se cuenta desde hoy: Malú Urriola, Damaris Calderón, Damsi Figueroa, Julieta Marchant, Roxana Miranda Rupailaf, Gloria Dünkler, Natalia Rojas, Lila Díaz Calderón, Camila Fadda, Florencia Smiths, Natalia Figueroa, por nombrar sólo a algunas poetas que están tejiendo una trama notable, sugerente, riquísima en su heterogeneidad y en la calidad de las propuestas.
El libro de América, tiene la estructura o la idea de un viaje. Por eso la figura de Virgilio aparece en el comienzo como el acompañante justo de esta travesía.
El libro está dividido en 5 partes, que son:
1) “Números de Feigenbaum”, que tiene 12 poemas y donde aparece la idea del viaje, el laberinto, la pobreza y un tiempo arquetípico.
La piedra de ceniza enmarca el laberinto. El laberinto
deletrea cada signo refractario de la Tierra / donde nunca
se ha descubierto historia. A veces, veo precipicio,
otras veces, me interrumpe su clara opacidad…
2) La segunda parte se denomina “La hoja”, conformada por 5 poemas, donde encontramos una reflexión sobre la percepción y la memoria.
Dice América:
Escuchamos.
El sonido revela la persistencia de las observaciones:
parece llover.
¿Cómo distinguimos imagen de percepción?
Cual celador en la morgue
que sueña con cadáveres
sería natural llamar imagen a toda percepción falsa.
Pero no es así.
Una hoja de papel apenas justifica su nombre
o sólo la idea de una hoja de papel.
Su efigie / difiere / de su presencia.
3) La tercera parte es “Geometría de la lluvia”, formada por cinco poemas que giran sobre el tema de la muerte.
Con carboncillo para dibujar
el agua va muriendo entre las manos
manos abiertas / manos cortadas
manos tocando piano
: el incio se omite.
No retornaré ceniza, sino agua.
El pulso de una letra, una constante
descifra su color y su fuga
como en lenguas africanas
un hombre muere en Djibouti
sin haber –nunca- leído a Hegel
4) En la cuarta parte, “Fractis Valeat”, formada por diez textos, aparece la realidad, la imaginación y algunos textos que referencian de manera más nítida, algunas experiencias de la autora: Un viaje al sur, el incendio de Valparaíso, etc.
Imagino también
que la vida tendrá algún propósito
La calma del paisaje
y sus colores,
esta composición,
la interpretación de su música.
Un libro que he leído muchas veces
me devuelve palabras
frágiles
como la hoja de papel
o las flores
o las nubes.
Qué más da
si finalmente todo desaparece
y nada puede crearse de nuevo
-nada nos aguarda tras la línea del horizonte-.
No perderé el tiempo tratando de descifrar sueños
derretidos como relojes al amanecer.
5) Finalmente, en la última parte, “Música”, formada por 10 poemas, hay una visión un tanto pesimista de la existencia. Una suerte de peso existencial, de vacío, que Según Guillermo Sucre, ocurre en el sentido trágico de la ciudad moderna: otra forma de prisión, donde la vida pierde su plenitud y se degrada sometida al orden de la rutina y del trabajo esclavizante.
Dice América:
Y sin embargo, algo nos eleva, algo nos salva
la música de las utopías, quizás, el viento.
No creerás en las santas señales
Vas en dirección opuesta:
el mundo es un oleaje
atravesado por largos reflejos, sin fondo.
Inundado en calma
como si lograras descifrar qué hay del otro lado
escribirás sobre el curso de las estrellas, sobre la belleza o la verdad
y traerás de regreso algo invisible
extraviado hace años en una honda fisura.
Cuando envejezcas
sabrás por qué es necesaria la Poesía
en tiempos aciagos.
Este libro se relaciona con los fractales de manera velada y no explícita. Algo más bien lateral y no frontal. Se trata de una relación más bien arquetípica, sin tiempo ni lugar específico. Su fractalidad es a ratos una imagen de pequeñas cosas, una fantasmagoría asociada a la lluvia, a las fisuras, a los reflejos, a las nubes. La visión de Creta o de Djibouti son ejes de aquella mirada de opuestos que a ratos aparece en el libro. Opuestos. Empédocles fue el último filósofo griego que recogió sus ideas en verso. Lucrecio fue el primer latino que hizo lo contrario, intentó liberar a los lectores del miedo a los dioses y a la muerte, en los 6 tomos de su Rerum Natura.
El ejercicio de América, quizás pretende liberarnos de ese mismo miedo, o al menos abrir el espacio de la poesía, de su intensidad y de su profundidad, a una reflexión mayor. Permitirnos, tal vez, a través de unos versos escasos, la salvación, o al menos su espejismo.
Dice Susan Sontag:
En el canónico sistema bipartidista de la literatura, la poesía siempre triunfa sobre la prosa. La poesía representa lo más serio, más instructivo, más intenso, más codiciado de la literatura. El autor y el lector siempre sueñan con un gran poema, que lo escriben, lo leen, lo viven. Vivir el poema, ser enaltecido por el poema; profundizado; por un instante, salvado.
Una de las ideas más sugerentes del libro de América, me parece que es la idea insinuada de la procedencia de nuestra especie desde el agua. Dice América:
Frente a toda denominación de tiempo
nuestra navegación en la historia es certera:
nacidos del océano, no seremos otro pasar y seguir…
Años y siglos antes, la memoria del cuerpo
estuvo a punto de otorgar un nombre líquido al día.
Según Gabriela Mistral: Tal vez el pecado original no sea sino nuestra caída en la expresión racional y antirrítmica a la cual bajó el género humano castigado, y que más nos duele a las mujeres por el gozo que perdimos en la gracia de una lengua de intención y de música que iba a ser la lengua del género humano. Metaforiza la expulsión del paraíso terrenal a esa lengua rítmica y mágica que iba a ser la lengua del ser humano.
En el libro, los fractales componen un laberinto. Según Cirlot, los textos antiguos citan cinco grandes laberintos: El de Egipto, que Plinio sitúa en el lago Moeris; los dos cretenses, de Gnosos y Gortyna; el griego de la isla de Lemnos; y el etrusco de Clusium.
La metáfora del laberinto es sintomática, pues el laberinto representa el espacio secreto, inexpugnable, al que sólo se entra sin la posibilidad de salir, que encierra el peso y la carga del sacrificio, que podrá ser pagada en vidas humanas, en impuestos o en riqueza de cualquier tipo. O bien, el recorrido por el laberinto es un camino secreto, un recorrido iniciático que sólo Teseo o Dédalo pueden remontar. ¿Y si nuestro laberinto fuera la entrada en el lenguaje?. Dice América:
De cara a la veracidad de una sinfonía,
de la realidad hacia nosotros
más allá de todo pensamiento y lógica,
observamos:
no hay minotauro no hay laberinto
no hay universo ni océano. Nosotros los hacemos existir
¿Cuál es el tema central del libro? ¿El fractal como metáfora de algo, pero, como metáfora de qué? ¿La fascinación por la forma y por la reiteración de la forma? ¿Qué es el ser fractal? ¿Cuál es la relación posible entre lo fractal y la palabra?
¿Puede el fractal ser esa manera mágica de estructura precognoscitiva que iba a preformar el lenguaje humano como una lengua de ritmo y de luz?
Octavio Paz, respecto de estas disquisiciones elementales sobre la lengua, o desde la lengua, insinúa una “Nostalgia de saberes”, pero al mismo tiempo dice: La literatura no sana nada. Litterae Nihil Sanantes
Como sea, en el decir de Milán: la sílaba silba su más allá.
O como dice América Merino:
En números y palabras todo ser existe y se derrumba.
A través de la fractalidad (si es que eso existe), América nos convoca a una reflexión no menor sobre el fin último de la poesía (si es que eso existe), de la forma (si es que eso existe) y del origen de la humanidad (si es que eso existe). Pero también nos lleva a reflexionar sobre su término (si es que eso existe).
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