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  • Foto del escritorEl Circo en Llamas

@NOSOYTUBAMBI Y LAS LIBRETAS PARLANTES

Actualizado: 2 ago 2021

Un recorrido por el trabajo de encuadernación realizado por @nosoytubambi. Primera entrega de "Noticias de la actualidad manual", perfiles sobre artes y oficios.


Por Rafael Cuevas Bravo


Por Yerbas Buenas bajan varios caszelys hacia la cancha de Bellavista. De las fachadas de calamina, otrora material de contención en los buques de carga, se distinguen los balcones, los números en óvalos desgastados, los cajones de fruta a modo de maceteros, los portones de madera gruesa que acusan la edad del edificio. “¡La música, weón oh!”, grita un hombre desde un taller mecánico. Está tan oscuro que los cuerpos del mural de la escalera Edén parecen nubes en una cascada. Acaban de levantar la cuarentena.

Se abre una puerta y aparece bajo el umbral una silueta menuda, delineada por una luz amarilla. Lleva de negro el polerón y el pelo. Una franja de líneas doradas encierra una danza de muerte que atraviesa los antebrazos y el abdomen, a la manera de un libro iluminado. Los esqueletos danzantes dejan una impresión más de jolgorio que de mortandad. Nos saludamos y, mientras subimos por la escalera de madera, me dice riendo:


—Justo hablaba con un amigo sobre el cambio cíclico de las materias.


@nosoytubambi es un perfil resultante de años en el oficio de la encuadernación. Por sus libretas, hechas de materiales reciclados, transitan desde EVAs hasta Giorgio de Chiricos, desde Cheetos o marcas de té hasta versos de canciones anarquistas. Nag Champa, pokemones, moda vintage, gokús. A medio camino entre el meme y el mono chino, su trabajo es un desfile de la cultura popular que, a través del reciclado, dibujo o collage, renueva sus apariencias. El carnaval, íntimo e itinerante, sigue su vuelo en la tapa de una libreta.


Cruje ligeramente el suelo de madera. El pasillo estrecho y de ventanas continuas, como en muchas casas antiguas de Valparaíso, conecta con viviendas separadas después de la construcción original. Al fondo, la cocina a oscuras; la primera puerta a la derecha y entramos a su taller.


—Yo llegué al objeto porque dejó de hacerme sentido generar un discurso que entendía yo nomás.


@nosoytutambi nació a mediados de los noventa en el Norte Chico, donde pasó sus primeros años junto a su familia.


—Mi mamá teje y es dueña de casa de toda la vida. Señora de las manualidades, así máster de las manualidades. Teje a crochet y enseñaba en un grupo de la iglesia. Una persona superimaginativa. Viene de los bazares, un submundo que yo antes miraba de manera muy superficial y que es brígido. Hace poco empezamos a colaborar en algunos trabajos.


Su padre es un técnico electricista que ha trabajado tanto en reparaciones caseras como en subestaciones eléctricas a lo largo del territorio.


—A mi viejo toda mi vida lo vi con su taller. Le arreglaba la tele a todos los viejos de alrededor. Tenía un taller con mis tíos y arreglaban hasta circuitos eléctricos y toda la cuestión.


En la antigüedad, antes de que la encuadernación fuese encuadernación, cuando el material no era papel sino ladrillos babilonios cuidadosamente numerados, el oficio ya estaba cruzado por el orden, por el catálogo, por la rigurosidad. @nosoytubambi reconoce en su familia cierto gusto por los “inventos locos minuciosos”. Desde sus tíos aficionados al desarme o a la sastrería, hasta su primo, que fue el primero en instalar redes wifi en su ciudad natal, allá por el 2004.


—Como la programación, son todos trabajos bien silenciosos, que requieren harta soledad. De eso me di cuenta hace poco. Una vez estaba con uno de esos problemas, cachái, cuando te empezái a cuestionar cosas de tu vida y no entendís por qué. Llamo a mi papá y le pregunto: "Oye, ¿y a ti también te gusta trabajar solo?" Y él me dice: “Sí, en la electricidad siempre encontré ese orden personal”.


Es de chicx su afición por la minuciosidad y la solución de problemas, desde que su familia se mudó de ciudad cuando tenía 8 años y la inadaptación social lx llevx a los videojuegos.


—Mi primera consola probablemente fue alguna weá china de la ZOFRI de estas que venían con mil juegos. Cuando tú jugái se está con un pensamiento muy activo. Tiene que ver con la resiliencia y la tolerancia al fracaso. Los que más me gustan son los puzles o los juegos de agilidad mental. Me acuerdo de Donkey Kong o Pokemón (el que más jugué fue el Esmeralda). También de Maneras estúpidas de morir.

El juego va de la mano con su gusto por la recolección. Siempre está juntando cosas. De niñx, peluches y zapatillas. Luego, por mucho tiempo vendió ropa en las ferias que también frecuenta por el sentido único que tiene la pilcha usada. El taller está lleno de juguetes, peluches, consolas y materiales para las libretas. Desde la mesa de trabajo, frente a una pantalla, nos observan decenas de patitos en diversos tonos de amarillo.


—No había cachado esos patos.

—¡Está lleno de patos! Pero me da por temporadas, a veces hay objetos que destacan más que otros. Es familiar también. Mi viejo recolecta tornillos. Trabajaba en subestaciones eléctricas, en lugares lejanos y el gallo siempre se echaba tornillos que encontraba y los guardaba en una caja. Tiene así caleta, caleta; debe tener cuatro, cinco cajitas.


Llegó a los 18 años a Valparaíso para estudiar Arte. Fue en un ramo sobre libros de artista que empezó a encuadernar. Su examen final fue una libreta que no se podía ni abrir ni cerrar por la cantidad de materiales que aglomeraba. Era un intento por negar el principio del curso: el libro como un objeto que se abre y se activa. Luego vio secundada esa obstinación cuando conoció los libros torcidos y apuñalados de Guillermo Deisler o el trabajo del artista chileno Pedro Núñez.


—Pedro Núñez tenía un libro como la libreta que yo había hecho pero genial, de origami; una espina gigante de pliegues. Yo vi esa cuestión y pensé: ¿Me estái diciendo que eso es papel, que es un libro? También me impactó mucho el trabajo de Hojas Rudas.


El trabajo de la editorial Hojas Rudas, conformada por Carolina y Jael Bolla, trabaja con la premisa de que “lo lúdico nos libera”, y sus libros cumplen con esa promesa: son libros y son espirales, acordeones, lunas, mínimas arquitecturas. El papel se activa junto a las palabras del poema. Del mismo modo, para @nosoytubambi la libreta dejó de ser un espacio en blanco que debía llenarse por mandato. Pero no vio la encuadernación como una opción hasta que empezó a cuestionar su relación con la universidad.


—Lo mismo que te decía al principio: ¿Qué sentido tiene generar una obra poética que no tiene relación con la gente? Entonces me volví al objeto y en el objeto encontré cómo relacionarme y estar presente.

—Un silencio más noble.

—Sipo, hay una cuestión de: no sé qué tengo que decir. Porque ni siquiera sé qué tengo que decirme a mí misme. Pasa por admitir esta fragilidad vulnerable de ser joven; de, puta, no soy el poeta iluminado y no soy la persona que va a tener las palabras. Siempre te venden unos poetas tan consagrados y no sabía en qué se sustentaba ese camino.

Su encuadernación como un quehacer público tuvo su prehistoria con el proyecto @sujetoacontrol, que a través de la performance y de la recolección de cajas de medicamentos y testimonios personales buscaba generar un espacio de investigación en torno a la salud mental, en una época en que se veía asediado por crisis de pánico. Cuando el proyecto quedó en suspensión, por diversos motivos, fue la encuadernación el oficio que tomó la posta y que le permitió generar una estética a la medida de su ánimo.


—Ahora ha sido todo mucho menos jerárquico, se comparte y la gente no se caga con los conocimientos. He hecho más redes ahora que en los seis años de estudio universitario. Todo el tejido lo construí después. Tenía tanto interés en el objeto y en la convicción de salirme de los popurrís del arte que no hablan de nada, que me empecé a encontrar con gente que hacía cosas. Hubo un apañe grande, de menos crítica, menos críticas estúpidas. Menos las pretensiones de ser artistas.


Tocan el timbre: alguien viene a buscar libretas. @nosoytubambi baja por unos minutos. Y cuando vuelve tiene un gatito en los brazos.


—Abrí la puerta y se metió altiro. La loca dijo que la venía siguiendo, pero que no es suyo. Reciclo cosas, pero no sé si reciclo gatos. Ya tengo uno.


La recolección es una parte fundamental del proceso. Las libretas son únicas y no reproducibles porque la estructura de cada una de ellas depende de un circuito de recolección y de objetos encontrados. Se trata del azar y de la convivencia entre materiales. Es un montaje y un encuentro de realidades que, si bien ensayó desde la adolescencia, aprendió a valorar en sentido artístico a partir de su admiración por los experimentos surrealistas, el ensamblaje de objetos encontrados.


—Salgo a caminar y ya cacho cuáles son las tiendas que separan su basura. Paso a cierta hora y limpio ahí mismo con el cortacartón y me traigo pa acá. Y acá separo, vuelvo a clasificar, y voy guardando materias primas para que ocurra algo, como quien guarda colores. El resto es seguir la técnica. Pero nunca puede ocurrir el mismo encuentro. Es cuático, porque se juntan las materias y el objeto sale hacia otro lugar, físicamente, para ser habitado por otro ser que uno no conoce, pero que ya lo está esperando. Me interesa la gestación que se genera a raíz de la convivencia entre materias distintas. Creo que hay ciertas cosas de las que no es necesario hablar. Mejor mostrar relaciones y cómo las materias cambian.


El centro del taller es un mesón largo y ancho. Junto a una lámpara, una escultura maciza, antropomorfa, de formas redondeadas, que hizo en algún curso. No logro distinguir el material. Frente a ella, los patos, un DS, un muñequito de Donkey Kong. En una esquina está el computador con todas las herramientas al alcance de la mano, incluido el rinconcito donde se fotografían las libretas, sobre el cual cuelgan un manojo enorme de llaves y llaveros que encontró en una de sus salidas. En otra esquina descansa el proyector, sobre un clóset. Al lado de la puerta se acumulan los envíos de Starken, en un diario mural. En las paredes abundan stickers, papeles, posters de anime, capas y capas de papel que podrían contar una historia paralela y quizás más íntima de su quehacer y de este espacio.


El ritual de trabajo inicia con un café. La banda sonora puede ir desde Led Zeppelin hasta Justice, desde Yugo Kanno hasta reguetón, dependiendo del estado de ánimo y del nivel de atención, pero siempre suena algo. Es probable que gran parte de la cadena de consumo que alimenta su rutina cotidiana, el té, el café, el envase de la comida del gato (“el famoso Churu”, me dice), lleguen a formar parte de una cápsula estética, una línea particular de las libretas, un lapsus de atención, una deglución de la imagen publicitaria hasta convertirla en un collage y un meme.


—De repente te vas saltando entre lo que quieres hacer y lo popular, lo pop. Me han contactado marcas por eso. Es más que nada pa hacer el gancho. Todos conocen a los pokemón, todos conocen los mechas…


El gatito se pasea por el taller con su guata hinchada. Huele a pichí. Pasa de pierna en pierna, de mueble en mueble. Se mete en la mesa donde se acumulan los materiales de recolección, ordenados en cajas según su tipo o su uso. Hay papeles, cartones, herramientas, sobras del refilo. Junto a ellas, las bolsas de comida chatarra que luego cubrirán algunas de sus libretas más populares: Cheetos, Ramitas, Doritos. El orden no es aparente, pero existe. El gato hace el amague de saltar hacia el sillón-cama (abajo del cual se mantienen estirados los pliegos de papel), o hacia el librero en que se acumulan los libros de arte y fotocopias varias, que sirven tanto para las tapas como para hacer peso sobre la prensa. @nosoytubambi se levanta, ataja al gato en su salto y se vuelve a sentar con el gato en las piernas.


—Cuando no estoy paseando perros, me levanto con el café, llego pa acá, prendo las luces y saludo al taller: “¿Cómo está el lugar más lindo del universo?”


@nosoytubambi, además de trabajar la encuadernación, pasea perros. Viaja de lunes a viernes a las afueras de Viña para hacer los paseos en un sector donde convive la reciente expansión inmobiliaria, las grandes carreteras y los bosques en retroceso.


—He empezado a incorporar a los perros en los videos, grabaciones, fotos pa la página, mientras paseamos. Y bueno, ahí mismo en la quebrada recolecto basura. Y no solamente para encuadernar, también peluches y buenos tesoros.

—El viaje de acá pa allá es largo igual.

—Más que la chucha, me demoro una hora. Paso por Achupallas, Miraflores, Santa Julia. Me voy por Viña pa arriba, hasta este sector muy residencial, donde las inmobiliarias recién están haciendo cagar.


En la estética de sus libretas y en su despliegue en redes hay un rechazo consciente a los discursos del circuito artístico, a explicar de más, a todo aquello que: “deja afuera y hace que solo cuatro pelagatos entiendan tu obra”. Un rechazo al sobajeo de espaldas en los vinos de honor. La risa que le suele brotar, ligera y contagiosa, también conspira para quitarle gravedad a su discurso. “Recicla, reduce, reutiliza”, leitmotiv de varias de sus publicaciones, le parece poco más que “una cita a las tres B, juegos de palabras bobos que solo a mí me dan risa”. No pretende generar un discurso ecologista, porque “no es canal educativo”. A veces reemplaza los etcéteras con miaus miaus, y sus gestos, que usan el repertorio alegre del no mi ciela, a menudo enfatizan las esquinas de sus frases. El nombre mismo del perfil de Instagram, @nosoytubambi, alude al nombre del jardín infantil (Bambi) al que asistía de niñx, y solo con el paso del tiempo ha llegado a parecerle una suerte de alegato contra las instituciones educacionales. Hoy, el @clubbambi es un proyecto interdisciplinario gestado entre amigues. El significado llega tarde y quitado de bulla. Eso permite la colaboración. Entre broma y broma, lo que queda es la voluntad de no tomarse muy en serio y, sobre todo, la seriedad frente al oficio.


—En la encuadernación encontré una forma terapéutica de lidiar conmigo. Por qué me molesta tanto que un pliego esté mal hecho, por ejemplo. Empiezas a encontrar en el papel cosas de uno, y a través de ellas empiezas a entender por qué lo estás haciendo, y que siempre había sido una relación evidente. Mi mamá me regalaba libretas como premio cuando me portaba bien. Y una libreta de dibujo era como si me dieran una llave para un mundo interior.


El gatito, mientras hablamos, ha encontrado la comodidad en ir y venir entre nuestras piernas. Aunque ningunx esté muy cómodo con recibirlo, intentamos darle cariño. Pasa por debajo del mesón, tropieza entre las cajas y las herramientas, se asoma por mi lado. Ronronea, maúlla.


—En alguna publicación de Instagram hablas de la intimidad del espacio de papel.

—Sipo, en la intimidad del espacio papel, por mucho que sean citas o palabras de otro, los traspasos ocurren desde tu cerebro y pasan por tu mano. Alguien puede ver la libreta de otro y no la entenderá de la misma manera en que la entiende quien la escribió. Con la aguja que uno cose las libretas he pasado por todos esos espacios antes de que sean habitados. Hay una cuestión muy linda que, cuando voy cosiendo (yo igual soy media romántica en ese sentido), pienso: “oh, qué irá a pasar acá; me van a abrir un día enojados, me van a abrir un día creativos…” Da lo mismo. Algo va a pasar. Estás muy consciente de que es imposible que no pase nada en esa hoja.


Me llega el olorcito del gato y veo con temor cómo se va durmiendo en mis piernas.


—La libreta es una casita casi.

—Claro, un habitar. Con todo esto podría darme la lata poética de entrar en un lenguaje, pero… creo que son pequeños guiños lo que hay en la página. No quiero irme en una tan illuminati.


@nosoytubambi se detiene antes de llegar a una explicación. Pero no parecieran faltar palabras, exactamente. El taller está lleno de objetos con historias asociadas, de libretas que hablan para permitir que un otre hable. Un desahogo, una escucha en el papel. Al fondo del taller, encima de una cómoda, hay una fila de juguetes de Hora de Aventura.


—Son 32. Me los compré en la feria. Tengo una amiga que quiero mucho y que los colecciona. Después de la pandemia la empecé a extrañar y compulsivamente comencé a llegar con estos juguetes.


Cosas que acercan, contienen, conversan. Si escuchamos.

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