El Circo en Llamas
TRAINING #2: LOS ÚLTIMOS DÍAS DE JOHN MCCORMICK
Actualizado: 30 dic 2020
Una lectura sobre Los últimos días de John McCormick (Inubicalistas, 2018), de Eduardo Cobos
By Rodrigo Ratón Hidalgo

"Creo que el valor de los cuentos reunidos por Cobos estriba en la honda herida en la que pone el dedo: la condición del que va de paso, del desechable, del superficial. Y ahí una figura del paria que es el artista porno, el extranjero una vez más".
Este libro de cuentos fue publicado a finales de 2018, coronando una serie de pasos que debieron reportarle a su autor cierto certificado de reinserción en el panorama literario local. Porque Eduardo Cobos recién volvió a Chile el 2016, tras más de 25 años de vivir en Venezuela, y desde entonces fue cumpliendo con todos los requisitos que a un escritor se le podrían pedir para ser considerado uno más en la tribu: fue finalista del Concurso de cuentos de Revista Paula, obtuvo la beca de creación que entrega el Ministerio de las Culturas y fue incluido en un par de antologías locales. Sin embargo, su llegada coincide con este peculiar final de década que desdibujó el posible diagrama del ecosistema local. Hubo, digo, una “escena”, con grupos o pandillas reconocibles, afinidades electivas, circuitos académicos y editoriales. Un panorama en el que la revolución feminista lo puso todo de cabeza, más allá o partiendo por el cuestionamiento al canon, las denuncias y funas. Efectivamente, como decía un eslogan: la literatura chilena es un antro de machitos. Sí, lo solía ser.
¿Quién es en ese mapa mal bocetado y en plena metamorfosis, el ciudadano Eduardo Cobos? Bueno, lo dicho, un pana contemporáneo de Pablo Simonetti, por decir algo, pero que ha hecho su carrera literaria en la tierra del joropo y la arepa. Y la majadería con este asunto no es mía, porque Los últimos días de John McCormick es un conjunto de relatos en los que la condición del retornado es sin duda una clave o un eje de lectura, amén de un cuento titulado así mismo, “Retornados”, y de otros dos títulos del mismo índice que confirman mi punto: “Diez años después” y “Santiago, otra visita”.
¿Estamos pues ante otro autor que practica la autoficción, la narrativa sustentada en experiencias autobiográficas reconocibles? Zambra en su última y criticada novela, Poeta chileno, se permitió el cuestionado juego al que aparentemente ningún escritor se niega, retratando a sus contemporáneos o maestros, cual Jodorowsky o cual Bolaño, cual tantísimos tantos. De la misma manera, acá Cobos se desdobla en Bosco, personaje bohemio y cronista de su tiempo, que anda cazando una entrevista a Lembel para terminar trocándola por una plática con Enrique Symns, con el ambiente del The Clinic y el tránsito del 90 al 2 mil como telón de fondo. Es decir, muy decadente y hasta prostibulario el friso, a los ojos del panorama y del horizonte actual.
Creo que el valor de los cuentos reunidos por Cobos estriba en la honda herida en la que pone el dedo: la condición del que va de paso, del desechable, del superficial. Y ahí una figura del paria que es el artista porno, el extranjero una vez más. Los cuentos “Beruti”, “Itaí”, “En el Urupagua”, abren el escenario del exiliado que regresa, nos sitúan atmosféricamente en el tiempo suspendido del viaje, la situación de tránsito. Permiten la empatía con ese ser humano que no está en ningún lado, porque va "camino a". Un desterrado que se lo toma por el lado bueno y que, puesto a viajar, prefiere hacerlo como un beatnik. Pero sin auto propio ni dinero. El narrador de estas historias se nos presenta como un pobre diablo bueno para irse de putas, abandonado y a la deriva, un poco desorientado. Y los cuentos “Los últimos días de John McCormick” y “Hacia la medianoche” exhiben ya con total desparpajo la violencia cotidiana del patriarcado en la industria del porno y en el ambiente del trabajo sexual. Tópicos también bastante tocados por diversas generaciones de varones literatos. La entrega por amor allí donde nada de amor ha quedado. Un gesto que hace pensar en Los Jaivas cantando “Seamos amigos, seamos hermanos” en 1973.
Con lo anterior quiero decir que el libro de mi estimado colega me parece un gesto arriesgado, incluso al borde de lo reglamentario para ponerlo en jerga futbolística. El jugador llega a destiempo. Pienso en otres autores con los que pudiera establecer un diálogo la propuesta narrativa de Cobos. Se me ocurren varies, un eco difuso de algún Mauricio Electorat o de algún José Leandro Urbina. Pero de cualquier manera estoy errando yo sin duda, pues su obra –la de Cobos– excede por mucho los ocho cuentos reunidos en este libro. Y siendo lo único que he leído de él, mal puedo prefigurar una pertenencia a una u otra tradición o escuela, o hilvanar alguna filiación tentativa. Lo cierto es que el alter ego de Cobos, en su crónica del regreso a la demos-gracias del fin de siglo, me hizo pensar en otro colega del teclado, el autoexiliado Gonzalo León, con quien sin duda alguna compartirían casillero en el álbum de un dudoso parnaso desahuciado. Pero insisto, esta relación es tan meramente intuitiva como arbitraria.
Finalmente, entonces, vuelvo al principio, busco mayor soporte a todo lo hasta acá planteado: “Yo mismo me eché a perder en esta ciudad. No me daba cuenta, pero los días venían uno tras otro y así pasaron dos años, y pasó todo, y pasé yo…”. La cita es de F. Scott Fitzgerald y es el primer epígrafe con que Cobos presenta este volumen. Y un epígrafe, decía mi maestra, es una clave de lectura.
Los últimos días de John McCormick de Eduardo Cobos es un librito de cuentos que levanta la mano tímida y solitariamente, y dice acá estoy, este soy yo, en medio de un gentío que está gritando enardecido y con los puños en alto. Y acaso alguien dirá, por eso mismo, que no hay lugar hoy en día para escrituras como esta. Que casi todo lo contrario: estamos en plena deconstrucción de esos dispositivos de enunciación, estamos en pleno desmontaje de esos arquetipos de hablante, de esos discursos y relatos. Pero ahí están sus páginas, contando con todas sus bajezas y mezquindades un pedazo ambiguo de la diáspora de una generación que tras las dictaduras subcontinentales aterrizó de bruces en un neoliberalismo decadente hoy clausurado. Y el juicio, antes que el de la policía del buen comportamiento, será de cada lector o lectora que en su camino se cruzare. Con Galileo entonces porfiadamente diremos: convencides de que la literatura o el valor de un texto literario se impondrá en la irrestricta libertad de quien lee: y sin embargo se mueve.
Link para comprar el libro: https://edicionesinubicalistas.cl/
Valor referencial: s/info.