El Circo en Llamas
TRAINING #7: TAMAYO, BUENAVENTURA Y LILLO: UN MAESTRO Y DOS APRENDICES.
Una lectura de “El extraño caso Jack Hooligans” de Luis Alberto Tamayo, “Infancia” de Armónica Buenaventura, y “Diario flaite de un vampiro” de Joannes Lillo.
Por Rodrigo Ratón Hidalgo

“El extraño caso Jack Hooligans” de Luis Alberto Tamayo, “Infancia” de Armónica Buenaventura, y “Diario flaite de un vampiro” de Joannes Lillo son tres libros a partir de los cuales propondremos algunas reflexiones por un lado en torno al oficio del escritor; y por otro a la llamada literatura juvenil o infanto-juvenil, LIJ. Y digamos para despejar o anticipar cualquier pero, que estamos haciendo un ejercicio que parte de la constatación de las diferencias que están más a la vista, siendo Armónica Buenaventura y Joannes Lillo dos jóvenes debutantes, mientras que Luis Alberto Tamayo tiene no sólo una trayectoria sino además un prestigio como autor de LIJ.
Digamos entonces con total claridad que “El extraño caso Jack Hooligans” de Luis Alberto Tamayo es una novela juvenil orientada o pensada para un público lector de educación media; aunque bien puede ser leída por estudiantes de primaria. Publicado por editorial Don Bosco, EDEBÉ -un sello con marcada identidad de fomento lector y literatura educativa-, la historia se centra en un colegio en el que aparece un niño fantasma, como un polizón, un colado o infiltrado que ningún profesor recuerda, que no figura en ningún registro ni libro de clases, pero que todes les niñes ven, con el que comparten y que va dejando evidencias de su existencia real en el colegio sin que los adultos logren nunca verlo, obligando al profesor jefe del curso a elaborar un informe e investigar el misterio.
En su sencillez la trama es poderosa, atrapa, y sin necesidad de forzar la imaginación recurriendo a explicaciones fantásticas, nos instala en el plano de las relaciones humanas, acercándonos a la profesión docente y a la realidad de los establecimientos educacionales, donde el pedagogo es a la vez psicólogo y consejero familiar, un estratega y terapeuta a la hora de conocer y de alguna manera administrar las diversas realidades sociales y familiares de sus estudiantes y las causas de sus comportamientos y emociones. Jack es un fantasma, sí, un alma en pena, un espíritu, un ser de otra dimensión, un niño inglés de otra época que vivió una infancia entre los bombardeos de la guerra, y que sólo anhela conocer la simple alegría de jugar a la pelota o lanzar aviones de papel, hacer tareas y compartir en el recreo con les amigues, vivir una experiencia escolar.
Tamayo es un escritor con reconocido talento para establecer instantáneamente la complicidad con un lector ideal decenas de años menor, pero también más allá de la edad de ese lector ideal. Nos habla logrando ese lenguaje poético de las cosas simples que tiene como bandera al Principito de Saint-Exupéry. Y esta mención acá, piropo aparte, me lleva al asunto de la ilustración, porque como se sabe las boas abiertas y boas cerradas son fundamentales, son parte esencial de la historia el Principito, es decir que el dibujo está imbricado con el relato. Y eso en alguna medida supone un rango de edad. Si el libro trae dibujitos es para niños. Podemos disentir. Hay otras formas de relación entre imagen y texto y ahí está la novela gráfica para adultos, el comic juvenil y un abanico amplio como un horizonte. De cualquier manera, la decisión de si una novela o historia lleva ilustraciones es primordialmente autoral, aunque por cierto puede ser también editorial. Entonces, volviendo al “Caso Jack Hooligans”, habría que entender que las ilustraciones señalan un rango etario, un público lector ideal. Sin embargo, en mi opinión, por el tenor de las ilustraciones, el libro bien podría prescindir de ese recurso, que parece accesorio o si se prefiere sub-utilizado. En cualquier caso, la historia, como se dice en jerga, se para solita.
Ahora, para que no resulte tan arbitrario el diálogo de este libro de Tamayo, con los otros dos, voy a tratar de dejar en claro el prisma, el tipo de lente con que invito a mirar el asunto. Dije que la reflexión es en torno al oficio de escritor que hay detrás. Como lector enfrento “El extraño caso Jack Hooligans” atendiendo a los movimientos que realiza su autor fuera del texto. Por eso he hablado de qué sello editorial lo publica, de sus ilustraciones, del lector ideal al que le habla. Quién es Tamayo en esas maniobras políticas como escritor. Pía Barros bromea diciendo que es un winer, que se gana todos los premios. Nadie dudaría del compromiso y la entrega de un Maestro como Luis Alberto, que homenajea el tomar el apellido Tamayo a su madre, una educadora de aquellas legendarias mistralianas, a las que generaciones de ciudadanes les estamos eternamente agradecides. No me voy por las ramas, hablo de lo mismo.
Tomo a continuación “Infancia”, libro con el que debuta este joven autor que fuera alumno de Tamayo hace 15 años en Balmaceda, y que mantiene su nombre real en reserva, aunque deja señas claras para que se lo conozca a través de Youtube, donde puede vérselo tocar y cantar su canción “Ratón Pérez” buscándolo con su seudónimo Armónica Buenaventura. Eso sumado a una fotografía y una reseña, confirman que los 8 cuentos reunidos entroncan con la concurrida corriente de la autoficción, de suerte que entendemos al leerlas, que son historias como se dice habitualmente, basadas en hechos reales.
Salvo el primer relato que es de un tierno beso a los 10 años, los demás nos pasean por las aventuras del joven protagonista, llenas de sexo, alcohol y drogas, la sobrevivencia penosa como artista callejero, alojando en residencias colectivas o casas okupa, hogares, pensiones, usufructuando de los beneficios de ocasionales amigos o compañeros de camino, una vida de trotamundos, de linyera en lunfardo argentino, en la adyacencia o de plano en el bajo fondo delictivo, en el mundo del tráfico, la estafa y el latrocinio. Un personaje que a pesar de su autodestrucción y cinismo se permite epifanías de sensibilidad poética, un antihéroe malherido. Un chico primera línea también. Un proscrito. El protagonista de “Infancia” salta el torniquete, a la hora del amor le sirven todas las micros, es amigo de los perros de la calle, un espíritu libre y anarquista, un Aniceto Hevia cuando chico, haciendo el viaje inverso de Valparaíso a Baires, como aquél hijo de ladrón.
Publicado por Signo Editorial, un sello muy nuevo que cuenta con el reconocido escritor Jorge Calvo detrás, el libro parte con un prólogo de Luis Alberto Tamayo, y con dos epígrafes de poetas nacionales, Stella Diaz Varín y José Ángel Cuevas, con dos poemas que dan una clave de lectura desde la marginalidad y la resistencia, que adelantan el tenor de los relatos, en los que la escritura y la bohemia serán una trinchera, y el escritor, el poeta, el juglar, combatirá con la pluma y la botella. Y al leer “Infancia” corroboramos que hay pues claramente, un comprensible gesto autoral de desenfado, de aprendiz que entra en escena, vitalista, desbordado. No está pensando en qué segmento del público lector es el eventual destinatario de estas escenas. Obviamente, a pesar de su título y presentación minimalista de bolsillo, no es un libro para niños. Es más bien un manifiesto, un aquí estoy yo, rabioso y rabiosamente vivo. Un libro poético en ese sentido.
Y sobre esa misma cuerda es que me paso al tercer libro, el de Joannes Lillo, “Diario flaite de un vampiro”. Joannes al igual que Armónica fue un alumno de talleres en Balmaceda Arte Joven, pero además Lillo estuvo en la Carnicería Punk de Diego Ramírez, lo mismo Armónica buenaventura estuvo con Pía Barros. Esto para trazar marcos de referencia, circuitos posibles. Joannes publica su novela juvenil de vampiros con Catalonia Libros, sello-librería de reconocidos éxitos comerciales, que aspira explícitamente a públicos masivos. Y es necesario consignar que además de “Diario flaite de un vampiro” que es del 2017, ha publicado también el relato “María cuñada mía” con el sello de la prestigiada editora Andrea Palet, Libros del Laurel, el 2019.
En su “Diario flaite de un vampiro”, Joannes Lillo según la contratapa, se ríe del género de las novelas de vampiros, y quizá haya algo de eso, sí. Pero estamos igualmente ante un libro que es claro en su público lector objetivo. Es un libro “para mayores de 18 años”, lleno de sangre, drogas y sexo, como corresponde a una novela de vampiros. Y es flaite, osea habla a chuchada limpia todo el rato, lo que puede ser molesto para un lector convencional o serio o maduro, pero sin duda no es problema para este lector. Tanto por el ritmo del argumento como por el lenguaje coloquial, así como por las ilustraciones y la estética general, es un libro adolescente, casi un comic. Sigue aparentemente la idea de una novela de iniciación, en la que el protagonista identificado con el autor descubre y aprende a vivir su nueva condición de vampiro, crece o se inicia en algo, en un entorno corrompido y turbio, con locales nocturnos, plazas, una escenificación del bajo fondo, marginal y urbano. Sin embargo las reflexiones que alcanza en su supuesto rito de paso, de humano a vampiro, lo desdibujan y el personaje resulta tan inane como absurdo, de principio a fin. Un poco como el Sid Vicious que desde el epígrafe nos advierte “no soy estúpido, sabes?”
Ahora bien, detengámonos en las ilustraciones de Valentina Santiagos. Creo que acá sí estamos hablando de una importancia en ese código. Joannes Lillo elige un tema –los vampiros o aún la literatura de vampiros- que es reforzado con la ejecución visual, acercándose como hemos dicho más al cómic que a la novela gráfica o ilustrada. Acá sí está muy claro su lector ideal, o une lector ideal diría incluso. Une lector ambigüe, dudose, en proceso de definición, inmadure. Y es que como he dicho, se trata de un libro adolescente, ahora en el sentido de esa misma desnudez imberbe. No espera ser una novela reveladora ni ambiciona una propuesta muy elaborada. Se la juega en pasarla bien un rato. Sin ponerse grave. Un libro para leer sin poner demasiada atención o demasiada concentración. Más bien sensual y ojalá excitante, medio porno, esa es su única o más clara meta de aprendiz. Donde es posible un coito entre dos vampiros arriba de una antena en pleno centro de la ciudad. Roza el efectismo sin llegar a convertirlo en un problema y construye atmósferas, técnicamente juega con piernas sueltas. Lo pasa bien y se nota. Se quiere comer el mundo, no da puntada sin hilo, es un aprendiz hambriento, Joannes Lillo.
En el libro de Armónica Buenaventura, el prólogo de Luis Alberto Tamayo me menciona, y en los agradecimientos de su libro Joannes Lillo hace lo mismo. De modo que este ejercicio ha sido como permitirme poner sobre la mesa a estos tres amigos. Sigo siendo un entusiasta ante cada nueva chica, chico o chique que escribe, que desea ser escritor, escritora. Acaso en eso nos parecemos con Tamayo. Muchos otros colegas en cambio encuentran que para dedicarme a comentar libros soy demasiado blando, que apuesto a caballos cojos, que ando dando espaldarazos a puros fiascos. Pues bien, si hay un lector, una lectora, alguien que lee esto y espera que podamos acá otorgar una garantía de satisfacción, se equivoca. Mi juicio no es ni pretende defender un canon. Yo comento libros que leo, y leo de todo, no sólo sandías caladas, vacas sagradas o libros premiados. Y cuando no tengo nada bueno que decir de un libro, callo. Dicho lo cual, vamos cerrando. Muchas gracias.
El extraño caso Jack Hooligans
Luis Alberto Tamayo
2016
EDEBÉ
126 págs
Diario flaite de un vampiro
Joannes Lillo
2017
Catalonia
96 págs
INFANCIA
Armónica Buenaventura
2021
Editorial Signo
68 págs