El Circo en Llamas
UNA LENGUA ASOROCHADA
Notas sobre la revista Mar con Soroche n° 21.
Por Flavio Dalmazzo

"Me interesa destacar el carácter estrictamente provisorio de la iniciativa asorochada. Como poética y práctica del entrecruce, que se yergue desde la historia contra la historia. Más que revista, una trama, un wirin, un khipu expuesto al sol y a las magulladuras del tiempo. A la manera de El Espíritu del Valle, La Calabaza del Diablo o Rocinante, tal persistencia en que circule una voz común anudada, heterogénea, rugosa, aunque cada vez parezca ser la única, la última vez. Que circule, intervenga el presente y disloque el pasado. Husmeando, esbozando otros posibles. Volviendo a Celan: con palabras desterradas, norveraces, sudlúcidas".
Suruqchi. Mal de montaña, mal de altura, apunamiento. Una baja de la presión atmosférica que, en el ascenso, lleva a los cuerpos al límite. Sus signos: mala circulación de sangre, falta de oxígeno, mareos de toda laya, cefalea, vómito y nauseas. El corazón agitado. El desbarajuste.
De algún modo, podríamos pensar la trayectoria de la revista Mar con Soroche, con sus 21 números a cuestas, como la porfiada tentativa de ir y venir, de aquí para allá, de allá para acá, asorochando la lengua; de ir y venir apunando las configuraciones nacionales, sus fronteras y figuras tan sedimentadas, tan difíciles de desmontar. La estrategia no ha sido otra que poner en obra –en desobra acaso– aquello que le ocurre al cuerpo del lenguaje y a las delimitaciones identitarias cuando se exponen a los altibajos de los Andes, ese espinazo continental. ¿Y qué es lo que ocurre? Remezones, ahogo, tembladeras: un entrevero.
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Tan legible como ilegible, tan maraña como sol mareado, Mar con soroche es una revista que se ha jugado, cada vez, entre lo claro y lo oscuro: entre ambos polos, sin jerarquía distinguible, sin orden ni sistematicidad. Con cada número como una apuesta singular y coyuntural, sus páginas convocan a escrituras de acá y acullá en un desbordamiento de lindes y fronteras que enreda sentidos, prefigurando algo así como una comunidad posible. De hecho, en un gesto tan sencillo como provocador, ha llevado en buena parte de su trayecto las inscripciones “Santiago – La Paz”, ese meridano. Y ha ido con el tiempo injertando otras señas, nuevos jirones: Revista de poesía y afines yerbas en el n° 17, va, por ejemplo, con las huellas de Santiago, Santa Cruz, La Paz, Concepción. Y más acá, en su n° 21, puro exceso: Poesía y otras menudas comarcas: La Paz, Santiago, Córdoba, Pirque, París, Madrid, Montreal, Oruro, El Alto, etc.
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En este último número 21, como casi cierre, yapa, otrosí, se asoma un ensayo ineludible para quienes no dejamos de leer y releer a Paul Celan, donde Andrés Ajens tantea la conjunción/disyunción entre poesía e historia (y algo más) al recorrer o, mejor, al desmontar “Die Rauchschwalbe”, escrito en 1967 y aparecido luego en el tardío Fadensonnen. De soslayo, deja ver Ajens ahí –despliega, repliega: cimbra– los trazos de una poética que tal vez puedan resonar también como coordenadas de comprensión para el proyecto revisteril de Mar con soroche.
En poesía, nos dice, entender significa hacerlo siempre hasta cierto incierto punto. Significa aventurarse en claroscuros, sin horizonte de expectativas, en el suspenso de toda creencia establecida. Leer algo –pero, ¿algo?– único, abierto, singular, que ha de medirse con lo increíble y lo inverosímil; un irrepetible sobrevenir heterogéneo y mortal, que se debate entre mudez, habla y deshabla. Pues si el poema permanece mudo en el pensativo recuerdo de las fechas, las datas, los encuentros, las marcas, los dones; y si, sin embargo, habla, como habla actualizada, puesta en libertad; y si, a la vez, cada vez, interrumpe, cortocircuita al arte, al discurso, a la retórica, los tropos y la cháchara, Ajens –con Werner Hamacher cerca– atisba en Celan una poesía que se yergue desde la historia contra la historia. Porque los poemas no sólo portan los sedimentos de hoy; también proyectan, figuran, abren futuros (y pasados) posibles. Pueden liberar una historia distinta, “que nunca es una historia y tal vez nunca habrá de serlo”. Destellos, entonces, de otra –cosa que– historia, que desordenan lo dado y hacen temblar la rigurosa, lineal y unívoca tradición cultural; hendiduras, donde se da lugar la potencia de una resistencia, una Widerstand o un más sencillo stehen, ese verbo tan celaniano.
Desde este prisma quizás quepa vislumbrar también la poética de la revista Mar con soroche: vueltas y revueltas, volteretas y tretas, entrecruce de escrituras que contravienen, difíciles de seguir, pues tiemblan en sus marcas, remarcas y comarcas, y trastocan el tablero de lo seguro columbrando a ratos lo que no se deja leer.
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Me interesa destacar el carácter estrictamente provisorio de la iniciativa asorochada. Como poética y práctica del entrecruce, que se yergue desde la historia contra la historia. Más que revista, una trama, un wirin, un khipu expuesto al sol y a las magulladuras del tiempo. A la manera de El Espíritu del Valle, La Calabaza del Diablo o Rocinante, tal persistencia en que circule una voz común anudada, heterogénea, rugosa, aunque cada vez parezca ser la única, la última vez. Que circule, intervenga el presente y disloque el pasado. Husmeando, esbozando otros posibles. Volviendo a Celan: con palabras desterradas, norveraces, sudlúcidas.
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Pero es en homenaje a la poeta cruceña Emma Villazón que este número 21 de Mar con soroche porta inscrito su entrañable nombre: es un Sorochemma. Varios textos suyos (envíos hacia lo abierto), varios textos de otros y otras (envíos hacia ella) se cruzan así en una tejedura de envíos y reenvíos dentro de un dossier especialmente dedicado a su obra.
Al leer algunos de sus poemmas inéditos –donde “un desierto se expande y se bebe lento”, donde destella “lo joven de la mano de lo desgarrado que baila”, donde emerge “una emma que pervive […] cavando por años el imperio del silencio”– no puedo sino conmoverme ante ese rasgo lúdico y tan lúcido de su letra, ante su lirismo raro: delicado e irónico, contenido y derramado, cortante como piedra cumbrereña o envolvente como niebla suave. Una escritura abrupta y conmovedora, la de Emma, llena de contrapuntos, como cuando trastoca ese “No tengo miedo al destierro /Porque desterrado vivo” de José Manuel Baca en flechas decididas contra “reaccionarios empresarios”, contra “los que hacen del cuerpo cunumi y obrero /una humillación”, mientras “El Llano se agita”. Para luego concluir: “No le temo a la bala /No le temo a la bala /Porque desterrada vivo”.
Cuestión aparte es la agudeza que clarea en sus prosas críticas. En ellas –junto a Idelber Avelar y Silviano Santiago– la observamos darle vueltas, por ejemplo, a eso que solemos llamar lo latinoamericano, contrariando cualquier forma de naturalización: textos en discusión, desmontajes de la narrativa épica continental, de su oportunista rayado de nombre por el simple hecho de haber nacido en tal o cual territorio. El ojo de Emma atiende acá a las discontinuidades, los injertos, las contaminaciones y los cruces entre lo propio y lo ajeno. Y expone de este modo a cierto humanismo latinoamericanista como una avasalladora ratio continental que, aún en sus emergencias más críticas, sirve de cómplice a aquella des-humanización (autoritarismo, tecnicismo) que cree denunciar.
Ante esta tesitura, Emma prefiere bucear en la hoguera de la traducción: donde lo ajeno se confunde con lo propio, donde hay potencia herética, contagio, profanación y sampleo, parche sobre parche sobre parche en una política de la imaginación y la (re)escritura eminentemente desesencializadora, siempre en deuda y en duda. “Experiencia continua de terremoto, una desterritorialización constante”, apunta Romina Freschi. O bien, una poética del entrelugar.
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Una poética del entrelugar, como la que Mar con soroche justamente expone. Semejante a la Amazonía en la visión de Emma: un territorio que desborda fronteras, que sigue siendo “tierra siempre en fuga”, inconquistable. Y donde la lectura no puede sino ser una forma de expedición riesgosa.
Así esta marea-asorochada en su última aparición número 21. Una revista que desafía y desborda fronteras, tejido de escrituras en fuga, coral y disonante. Y también, un territorio inconquistable.
Link del fanpage de la revista Mar con Soroche:
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